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jueves, 28 de marzo de 2013

Retratos





“Anécdotas y secretos de los linajes Borja, Téllez-Girón, Marescotti y Ruspoli.”

Carlo Emanuele Ruspoli






  







Para mi mujer y para mi hija.
Porque habéis soportado esta afición con estoicismo…















Nota:
La cubierta es un fresco de Jacobo Zucchi en la pared de entrada de la galería de Palacio  Ruspoli que representa una alegoría con los símbolos del poder temporal y espiritual de los pontífices de la Iglesia. El escudo con los armas de la familia Ruspoli en el lado izquierdo.




INDICE

01. PROLOGO................................................................................. 3
02. NOTA DEL AUTOR................................................................. 7
03. MARIO ESCOTO.................................................................... 10
04. GALEAZZO MARESCOTTI (1407-1503)............................. 16
05. JUÁN DE ZÚÑIGA Y PIMENTEL  (1465-1504)................... 40
06. CÉSAR BORGIA (1475- 1507)................................................ 46
07. LUCRECIA BORGIA (1480-1519).......................................... 57
08. JUAN TÉLLEZ-GIRÓN (1494-1558)..................................... 66
09. ÁLVAR NÚÑEZ CABEZA DE VACA (1507-1559).............. 74
10. SAN FRANCISCO DE BORJA (1510-1572)........................... 79
11. CARLO GESUALDO (1560-1614)........................................ 106
12. EL III DUQUE DE OSUNA (1574-1624)............................. 133
13. FRANCESCO RUSPOLI (1579-1625)................................... 171
14. SANTA JACINTA (1585-1640).............................................. 184
15. GALEAZZO MARESCOTTI (1627-1726)........................... 196
16. FRANCESCO MARIA RUSPOLI (1672-1731)..................... 206
17. FRANCESCO RUSPOLI (1752-1829)................................... 223
18. CONDESA-DUQUESA DE BENAVENTE (1752-1834).... 240
19. BARTOLOMEO RUSPOLI (1754–1836)............................. 250
20. EL XII DUQUE DE OSUNA (1814-1882)........................... 255
21. EMANUELE RUSPOLI (1837-1899).................................... 267
22. MARÍA CRISTINA RUSPOLI BONAPARTE (1842-1907). 287
23. PEDRO SAVORGNAN DI BRAZZÀ (1852-1905).............. 302
24. EUGENIO RUSPOLI (1866-1893)....................................... 308
25. VICTORIA RUSPOLI DAMPIERRE (1892-1981)............... 329
26. FRANCESCO RUSPOLI (1899-1989)................................... 353
27. EPILOGO.............................................................................. 370
28. ANEXO 1............................................................................... 381
31. ANEXO 4............................................................................... 384
32. ANEXO 5............................................................................... 388
33. ANEXO 6............................................................................... 397
34. INDICE DE LUGARES......................................................... 401
35. INDICE ONOMÁSTICO...................................................... 407
36. BIBLIOGRAFÍA.................................................................... 416
37. ÍNDICE DE IMAGENES...................................................... 427
38. INDICE GENERAL.............................................................. 441









1.       PROLOGO


Nadie escribe un libro porque sí, salvo los poetas, que estos, como algunos artistas, tienen necesidad imperiosa de manifestarse porque lo que llevan dentro les consume. Por ello, ante un libro ajeno, siempre me pregunto porqué lo hizo su autor, aunque cuando lo hago respecto a uno propio la respuesta no suele gustarme: compromiso, prestigio, remuneración... que suele ser también aplicable a casi todos los de los demás. No es el caso de los "Retratos" de Carlo Ruspoli que constituyen un legado a los suyos, como lo fue en su día la obra de su padre, Galeazzo,  I Ruspoli. Da Carlo Magno a El Alamein  (Roma 2001), de la que le hizo legatario espiritual principal. Por ello me es especialmente grato actuar de prologuista, y por ello también -sírvame de excusa- me valdré de cuantas citas crea venir al caso, de gentes a las que admiro. En alguna ocasión se trata de alguien al  que el propio Carlo Ruspoli me ha hecho admirar.

 De su dedicatoria  Para mi mujer y para mi hija. Porque habéis soportado esta afición con estoicismo… la motivación última corresponde al primer párrafo. En el segundo yerra, pecando de exceso de humildad porque el libro demuestra tratarse de mucho más que del resultado de una mera afición y porque si algo hubieron de "soportar", ambas Marías se sienten muy satisfechas del resultado, como me consta, y no es para menos. Aunque pueda parecer escueta es la más rotunda muestra de cariño. Esposo y padre ejemplar, las asocia a su cotidiano trabajo y los demás nos las imaginamos oyendo y corrigiendo con el espíritu crítico del que quiere bien, tan bien como Enzo de Cerdeña, antepasado de Annibale Bentivoglio, el compañero de armas de Galeazzo Marescotti, que de tanto repetir a su adorada Lucía amor mio, ben ti voglio, la familia adoptó ese nombre.

   El mayor escritor del "Novecento" italiano, Giovanni Papini, autor también de "Rittratti", en su caso de propios y extraños, creyó ver en sus biografiados una característica común:

Todos los grandes hombres del mundo -las excepciones son tan raras que no se cuentan- han sido también grandes infelices; perseguidos y torturados por la miseria, por la desdicha, por el odio, por la enfermedad, por los hombres, por la suerte. El genio se paga perdiendo todo lo demás, o, por lo menos, gran parte de los otros bienes.

Carlo Ruspoli no comparte esa visión tétrica. Ve a sus "retratados" con manifiesta simpatía, con alegría, y como él mismo señala  están como personajes vivos, a veces hablantes, con un poco de respetuosa ironía. Son sus parientes y de ellos sabe siempre algo más de lo que narran las crónicas, obtenido de la tradición familiar que cuenta con filias y fobias bien distintas de las de los que nos damos de versados. ¿Apologético con los controvertidos?, Camilo José Cela, en sus Historias familiares (Barcelona, 1998) dejó bien sentado ese derecho a serlo frente a su ficticio tío Adrián que le amenazaba con llevarle al juzgado:

Nuestra familia, quiero decir la familia suya y mía, no es más suya que mía; en consecuencia, con ella hago lo que me da la gana, y las reclamaciones, tío, al maestro armero que es de Chantada ¿Usted me entiende?...

Los personajes de Carlo Ruspoli no son lugareños de un "concello" lucense, sino grandes personajes, en ocasiones universales, y como tales, de todos, aunque ciertamente lo sean algo más suyos, por "caseros" en el sentido de "familiares" y  por "caseros" como pertenecientes a casa y linaje de un mismo apellido y que viene del mismo origen. No pretende hacer literatura social, que en ese caso cabría reprocharle el no incluir otros protagonistas grises, mediocres, vergonzantes, fracasados, pródigos, excéntricos, pobres... que existen en todas las familias. El autor relata "fazañas" de toda índole protagonizadas por antepasados por sangre o por vínculo. Nombres preclaros y de resonancia en los honores, en las armas, en el santoral; sostenes de monarquías temporales y referencias inexcusables en la república de las Letras; hombres y mujeres de acción, de oración o de pensamiento; vetustos caballeros o deportivos "gentlemen" del Club de Golf Acquasanta; controvertidas damas o esposas ejemplares... Ya hemos insinuado el porqué: su trabajo es mucho más que un divertirme investigando las vidas de unos y de otros y está destinado a sus sucesores, que los son de ambas estirpes, herederos por partida doble de santos, papas o papables, cardenales, maestres de órdenes de caballería, viajeros descubridores, y embajadores y militares.

Su mensaje es  sencillo y directo: ¡seguid la pauta de los mejores de entre nosotros!, en el deseo de que el parentesco en la sangre induzca parentesco en las costumbres, porque el autor es, con todo derecho, sin apaños ni oropeles, un linajudo, un hombre que se aprecia de su casta sin jactancia, afectación, ni presunción, como titular de linaje difícil de superar al que se suma el que llegó a convertirse en la casa nobiliaria más importante de España en la persona de Pedro de Alcántara Téllez-Girón y Beaufort, duque de Osuna, en quien se reunieron con otras las casas de Infantado, Benavente y Lerma; el particular que más pagaba al fisco español, como en otro momento lo hicieran los banqueros Ruspoli al florentino.

El duque de Morignano y de Plasencia, marqués de Frómista, como su antecesor el músico y poeta Carlo Gesualdo, no tiene necesidad de agradar a nadie, escribe para sí mismo, lo que piensa, combinando los datos con los sentimientos que le inspiran sus titulares. El resultado es esta obra original y sorprendente en muchos aspectos que hace más realidad que en otros la frase de Kierkegaard de que La vida sólo puede ser entendida mirando hacia atrás, aunque deba ser vivida mirando hacia delante.

Quienes como Carlo Ruspoli y yo mismo nos hemos sumergido en nuestras raíces, podemos dar testimonio de la emoción que se siente cuando se añade un nuevo dato a la historia familiar, un nuevo miembro, un lugar, una fecha desconocida, ya que cada nueva incorporación afianza la identidad. De todos los personajes que hoy presenta, sólo comparto con él a Álvar Núñez Cabeza de Vaca, por línea de mi abuelo materno, el marqués de Villapanés, bisabuelo, también materno, de María Plasencia.

         Nos habla pues el autor  del  pretérito, del "esto fuimos" pero, casi inevitablemente, como sucede con todo escritor sincero que pone su corazón en su obra, también incluye el "esto soy". Este aspecto se manifiesta en sus cumplidas y entusiastas referencias a la Orden de Malta a la que ha dedicado largos años de actividad desinteresada y en su admiración por un héroe silencioso y sin tumba, diplomático como él; alguien para quien los judíos reservan el feliz destino de los "Justos Gentiles", Raúl Wallenberg, el único biografiado con el que no tiene vinculación familiar alguna.

Al igual que Oskar Schindler, el industrial alemán de la famosa lista, Wallenberg usó su poder para salvar a miles de personas durante el Holocausto, enfrentándose a mil azares, para acabar silenciado en su vida y en su actuación heroica por los soviéticos. La familia Ruspoli por su parte ayudó también a muchos romanos a escapar del SS Obersturmbannführer Herbert Kappler.

Carlos Morignano en su manifestación íntima se convierte también en biografiable, si es que vivir consiste en construir futuros recuerdos,  como quiere el genial argentino Ernesto Sábato, mientras nos documenta sobre el gran poeta moderno que fue Francisco Ruspoli, octavo príncipe de Cerveteri y decimoquinto conde de Vignanello, - otro poeta más en la familia y del mismo nombre del que a principios del siglo XVII abominaba de cualquiera que fuera un advenedizo pedante, nombre raro...Gigante de ambición, enano de saber… - recogiendo una estrofa-anécdota de "Piojito", el mendigo agradecido:

          Usted lleva un nombre antiguo
          que le pesa sobre los hombros,
          tiene que columpiarse
          entre sueños y realidad.

Realidades y sueños se entrecruzan con el nombre y trayectoria de los Ruspoli-Marescotti. Sueños de los que nos podría hablar "il fantasma di Castello Ruspoli" del que se benefician los folletos de excursiones turísticas a Vignanello, si este fuera aprehensible. Duende casi tan famoso como el espíritu familiar de los Orsini que ronda y que se esconde tras los monstruos del parque de Bomarzo y que bien pudiera ser el ánima descarnada de Giacinta Ruspoli Marescotti Orsini, que Marco Benefial pintara, en largo vestido negro de corte, con el llamativo toque de nieve del armiño y con la corona, símbolo del rango principesco del marido con el que dialoga desde otro marco opuesto de la Fundación Cini veneciana.

Realidades del poder fáctico que ejercieron estos Marescotti -condottieri y príncipes de la Iglesia respectivamente- y que simboliza un llamativo fresco alegórico del brillante decorador manierista, tan próximo ya al barroco, Jacopo Zucchi, en la pared de entrada de la galería del venerable Palacio Ruspoli en la romana via del Corso. Estatua viva sobre pedestal de mármol bicolor, imagen matronal sustentadora de los símbolos del poder temporal y espiritual de los pontífices de la Iglesia y apoyada a su vez en el escudo con las armas de la familia en jefe y que se definen en el excluyente argot de la Heráldica como: en campo de azur dos pies de vid, pasados en aspa, frutados de dos piezas, todo al natural, saliente de un monte de seis picos, a la italiana, de oro en punta.

Realidades y sueños se entrecruzan también en la familia de la duquesa de Plasencia ofreciendo puntual contrapeso histórico o artístico a cada aspecto.

Los recuerdos de Bomarzo y Vignanello, y de las villas junto a San Pietro in Montorio y la florentina de Camillo Ruspoli, obra de Minerbetti, pueden cotejarse con los perdidos parques botánico y zoológico de Lerma o con la imaginación desbordada en el "Abejero", la "Ermita" o la "Casa de la Vieja", todos en "El Capricho" de la villa de Alameda -Alameda de Osuna-. A las moles de los palazzi Ruspoli de Roma o de Florencia, se pueden oponer en el presente y en el pasado el palacio ducal de Gandía o de Lerma y "Las Vistillas" madrileñas de jardines recortados. Con la alta torre de la rocca de Confortino, compite el torreón del Caballero del castillo moro de Espejo, avanzada entre el baluarte principal y la parroquia. Dos colegiatas, la de Gandía  -más conocida como "la Seu"- y la de Osuna, que en realidad son dos iglesias, una en superficie para los vivos y otra subterránea para los muertos, muestran la piedad de borjas y girones en nada inferior a la de los príncipes romanos.

Las cuatro facultades; de Teología, de Cánones y leyes, de Medicina y de Artes, de la universidad ursaonense, fundada en 1548 por el IV conde de Ureña, Juan Téllez-Girón, no desdicen del alto grado en que cultivaron la música o la poesía los italianos, como tampoco de los salones y bailes de la condesa-duquesa de Benavente, lugar de cita de mecenas y cultivados en las artes, la música y la literatura, a finales del siglo XVIII, los de María Cristina Ruspoli Bonaparte y las cultas tertulias posteriores de Tante Bessie y de Victoria Ruspoli Dampierre.

Carlo Ruspoli explica a los suyos lo que les pertenece y prefiere optar entre sus divisas familiares por el  jamais arrière - el único lema en francés de un clan escocés y perteneciente al fundador altomedieval-, de similar arrogancia al más vale volando de su adánica costilla, sobre el discreto Tace sed memento de sus parientes Talleyrand - Périgord. Yo le aplaudo, que aunque Ovidio señalara sentenciosamente que la virtud de nuestros mayores fue suya, no es nuestra, es justo premiar en los descendientes la virtud de sus mayores, y parodiando el Teatro crítico universal del padre Feijóo, se debe reputar la nobleza por un género de excelencia, a quien por consiguiente se debe el obsequio del honor.

Leamos pues con fruición y atribuyamos a girones, pimenteles, marescottis y ruspolis el honor que se merecen sin olvidar el encomiable esfuerzo de su sucesor quien ha hecho realidad las estrofas que dedicara como cántico Calderón de la Barca al que en mi opinión es el más ilustre de todos sus personajes en el certamen poético en honor de la canonización de S. Francisco de Borja que tuvo lugar en 1671:

           que el blasón heredado
           es un tesoro hallado
           sin el heroico timbre de adquirido,
           pues sólo lo merece
           el que a ser más de lo que nace, crece.



Hugo O´Donnell y Duque de Estrada
Duque de Tetuán, de la Real Academia de la Historia




















2.      NOTA DEL AUTOR

Todo empezó con la publicación de unas biografías, recortadas, en la revista “La moda en España”, que muy amablemente creó una sección cultural para incluir mis escritos. Algunos lectores celebraron mis artículos y así empezó a nacer la idea de Retratos. Al principio pensé utilizar principalmente los datos del libro que mi padre Galeazzo escribió con la valiosa ayuda de su mujer Gaea y me dedicó, “I Ruspoli” ISBN 88-8440-043-0 de Gremese Editore, el retrato de una noble familia escocesa que, en el curso de los siglos, se convirtió en romana. Pero en seguida me pareció limitar demasiado el campo de las historias de personajes ilustres, por regla general, poco conocidos en España. Así que desde una idea inicial de traducir aquel libro al idioma castellano, introduciendo algunas ampliaciones referidas a la rama española de los Ruspoli, quise divertirme investigando las vidas de unos y otros personajes que siempre me llamaron la atención, tanto de mi familia como de otras relacionadas por vínculos de parentesco, me refiero en particular al linaje de mi mujer, así como de algunos temas históricos que pudieran ser de interés general.
Las noblezas española e italiana tienen históricamente muchos puntos de contacto, algunos poco conocidos. Reflexionar sobre el presente o el futuro de las noblezas española e italiana no deja de ser, en muy gran medida, un contrasentido; o mejor dicho un imposible, toda vez que en puridad estos colectivos ya practicamente no existen, al menos como fenómeno social o como hecho general de civilización. Sin embargo creo que hoy la nobleza tiene que estar al servicio de la sociedad y que su acción debe centrarse sobre todo en las actividades humanitarias y culturales, así como para la conservación de los valores morales tradicionales.
En seguida me di cuenta que las investigaciones sobre los nuevos personajes iban a ser muy interesantes, puesto que descubrí  diversos contactos entre las familias retratadas, empezando por San Francisco de Borja, que se denomina afectuosamente en la familia de mi mujer como el abuelo Santo Duque, y los Marescotti de Bolonia, con motivo de un encuentro hacia 1570 en el Real Colegio Mayor de San Clemente de los Españoles en Bolonia, fundado en 1365 por voluntad del cardenal Gil Álvarez de Albornoz. Este encuentro, en el marco del viaje de San Francisco con el cardenal nepote, fue para impulsar unos nuevos estatutos más ambiciosos que lo vigentes hasta entonces, para hospedar más de la treintena de españoles y cristianos. Los Marescotti, entonces condes de Bagnocavallo, regían en aquella época la ciudad. Luego hay un cardenal Marescotti nuncio apostólico en Madrid en el siglo siguiente, hay múltiples contactos del tercer duque de Osuna con miembros de la familia Marescotti-Ruspoli-Caracciolo, hay una boda en el siglo XVII del príncipe de Venosa, pariente de mi familia, con una nieta de Lucrecia Borgia, otra de Camillo Ruspoli con Carlota Godoy y Borbón en el XIX para llegar finalmente a mi matrimonio en 1975 con una ilustre descendiente de los Téllez-Girón, Borja y Pimentel, entre otros linajes con conexiones con Italia, como los Álvarez de Toledo.

            ¿Nobleza? ¿Aristocracia? ¿Élites? En toda sociedad humana las ha habido, las hay y las habrá. La sociedad española e italiana en particular, y las sociedades occidentales en general, las necesitan como clases directoras, de ello no hay duda. Pero es obvio también que no pueden fundarse ya en la sangre, la estirpe o el linaje -es decir, en el mero automatismo, por lo demás tan azaroso, del nacimiento y la herencia-, sino sólo y exclusivamente en la valía y en el esfuerzo personal. Y es que el origen del more nobilium fue precisamente ese afán de superación personal, esa búsqueda constante de la perfección a través de la práctica de la virtud. Grecia nos enseñó a buscar la belleza, la bondad y la sabiduría; Roma nos dio el concepto de libertas, basada siempre en las leyes; la Cristiandad, el del respeto e incluso el amor al prójimo; la Caballería medieval, un estricto código del honor... Por eso me parece que resulta bien comprobado que en la España e Italia post-modernas y globalizadas, a la llamada Nobleza española o italiana -compuesta sólo de meros poseedores de Títulos y de meros descendientes de nobles- solamente le queda continuar vegetando y mirándose en el ombligo de una vanidad que siempre será ridícula -y además tan innecesaria a la sociedad actual-; o bien plantearse el recurso de aceptar con resignación y con dignidad su extinción definitiva como estamento o grupo social, dedicándose sus asociaciones colegiales, como mucho, a una mera labor cultural de conservación de una a veces estimable memoria histórica, pero evitando por cierto los tintes pseudo-historicistas y el malhadado orgullo de clase -o de casta, mejor dicho-. El cambio del viejo concepto de Nobleza al único hoy admisible -el de Familias Históricas- parece insoslayable, aunque a ello se resistan los descendientes de hidalgos de aldea que hoy pueblan y gobiernan -y prostituyen- las corporaciones nobiliarias, que obviamente saldrían perjudicados en el cambio, ya que sus modestos linajes jamás han hecho ni siquiera una pequeña parte de la Historia de España y de Italia.
            ¿Aristocracia? ¿Élites? Las hay en la España y la Italia de hoy, por supuesto; pero los actuales descendientes de la hispáno-italica Nobleza, la que existió y rigió los destinos de ambos países durante la Edad Media y la Edad Moderna, ya no son ni una cosa ni la otra porque no buscan ni practican apenas la virtud, ni tampoco tienen el amparo legal porque apenas existen ni para el Estado ni para el Derecho. Y para colmo carecen de poder económico. Y ya sabemos que la nobleza sin ley, sin virtud y sin patrimonio, no puede ser ya nada más que una insustancial y molesta vanidad.
Sin embargo, espero que la lectura de las historias aquí sintetizadas sea interesante para algún lector ocasional, despertando en él la misma curiosidad que me lanzó hacia esta primera aventura escrita, por lo menos, de momento…

Los relatos biográficos abarcan un arco temporal de doce siglos, desde Carlomagno hasta el siglo XXI y todos los personajes están encuadrados en el periodo histórico en el cual les tocó vivir. Guerreros, mecenas de letras y de artes, héroes, exploradores, artistas, poetas, músicos, embajadores, grandes maestres, papas, altos prelados y santos estarán retratados rigurosamente, pero como personajes vivos, a veces hablantes, con un poco de respetuosa ironía. Dicen que una sonrisa perdurable en los labios prolonga la vida…

Quiero agradecer a mi mujer y a mi hija, a las cuales dedico este libro, por su paciencia y sus consejos, a mi padre Galeazzo y a su mujer Gaea, que escribieron juntos a cuatro manos dos libros que me sirvieron de ejemplo, al Duque de Tetuán, Académico de la Real de Historia y de la Matritense de Genealogía y Heráldica, por dedicarme un valiosísimo, tal vez inmerecido, prólogo, a Ángel Gil por haberme “captado” para la revista, a mis grandes amigos Ignacio Benjumea Cabeza de Vaca, con el deseo que descubra el guiño que le hago en una de las biografías, por haberme perfeccionado pacientemente en el dominio correcto del idioma castellano, a Sergio Alberto Baur, coautor del “primer” artículo publicado en dicha revista sobre la extraordinaria figura del diplomático sueco Raul Wallemberg, que se incluye en el último Anexo, al padre José Luís Tubilla, por sus primeras y excelentes correcciones del texto, a Manuel de Parada, marqués de Peraleja, a Josemi Rodríguez-Sieiro y a Enrique Miguel Rodríguez por sus recomendaciones y su meritoria aunque infuctuosa ayuda en la búsqueda de un editor, a José Semprún Bullón y a José Miguel Carrillo de Albornoz, por haberme ambos dedicado uno de sus libros de historia, al barón de Alacuás, Federico Trenor, por su constante aliento y consejos para seguir adelante con este libro, a doña Claudia Ruspoli, actual copropietaria del castillo de Vignanello, por autorizarme a utilizar las fotos de su propiedad, a su padre don Sforza, por la pista que me dio con nuestro antepasado, el olvidado Gran Maestre de la Orden de Malta, Bartolomé Ruspoli, al doctor Alejandro Domingo, por su interés y su ayuda en la búsqueda de documentos antiguos, y a otros  numerosos amigos españoles e italianos que me han alentado, celebrando mis primeras apariciones en la revista y, por último, a aquellos que critiquen este libro, porque querrá decir que lo han leído…

Quiero señalar de manera resumida también a las fuentes de la información escrita y gráfica que se ha recogido en las páginas siguientes. De Italia: Biblioteca y Archivo de la familia Ruspoli, Archivos históricos de Roma, Bolonia, Ferrara y Florencia, Archivos Vaticanos, Archivos de Iglesias de Bolonia, Florencia y Roma, Revistas del Colegio Heráldico Romano fundado en 1853, Libro de Oro de la Nobleza Italiana, Sociedad Geográfica Italiana, apuntes de Doña Victoria y Don Francisco Ruspoli, Biblioteca y Archivos de la Orden de Malta, entre los principales. De España: Archivo Histórico Nacional, Biblioteca Nacional, Biblioteca y Archivos de la Casa ducal de Osuna, Guías oficiales de la Grandeza y Títulos del Reino, así como de la Nobleza publicadas respectivamente por el Ministerio de Justicia y por Hidalguía,  Biblioteca nobiliaria del duque de Osuna, Cuadernos de Ayala,  e Internet, un medio de información cada vez más extendido y necesario, etc. Además es justo recordar que he podido disponer en propiedad de una bibliografía muy completa, para retratar a mis personajes o a la historia en general, gracias a mi afán de coleccionista de libros, algunos lamentablemente olvidados. Al final del libro, hay un capítulo dedicado exclusivamente a la bibliografía consultada.

Finalmente, puesto que las historias se basan principalmente en antepasados de los linajes de mi mujer o míos, reproduzco a continuación en el Anexo 1 una de las entradas de la familia Ruspoli en la que figura mi grupo familiar, relativa al Libro de Oro de la Nobleza Italiana, por ser, tal vez, interesante para el lector descubrir quien es el descendiente del personaje retratado. Una descripción muy similar se puede encontrar en el Almanach de Gotha edición del 2001, en inglés. Asimismo, en los siguientes Anexos 2 y 3, incluyo dos árboles genealógicos que también pueden ser de interés de los lectores. Los Anexos 4 y 5 se refieren a la Soberana Orden Militar y Hospitalaria de San Juan de Jerusalén, de Rodas y de Malta[1]. El último Anexo 6, tal como ya anticipé, describe a la figura histórica de Raul Wallemberg, que supuso el comienzo de mi afición de escritor.

Por si quedara alguna duda, también hay un epílogo donde explico el parentesco o la conexión de los personajes retratados con la familia.

Por último, he incluido tres índices, general, onomástico y de lugares, y una bibliografía, para facilitar la búsqueda de información y de datos, así como de sus fuentes. Hay, además, más de quinientas noventa notas al pié explicativas y más de 390 ilustraciones para amenizar la lectura.

Los datos estadísticos del libro son: más de 440 páginas en formato A4 que es el cuyo formato es de 21 x 29,7 cm., más de 220.000 palabras, más de 4.700 párrafos y 38 capítulos, incluyendo 24 retratos, tres de generalidades, seis de anexos y cinco de índices.




[1] Es más conocida en el mundo como Orden de Malta y, entre sus miembros, desde los tiempos fundacionales, como “La Religión”. Es hoy mucho más activa, está más extendida y tiene el mayor número de miembros, que en cualquier periodo de su historia casi milenaria. 




11.       CARLO GESUALDO (1560-1614)

El príncipe de Venosa


Sinopsis de su vida

Carlo Gesualdo[1], Príncipe de Venosa y Conde de Conza, excelso compositor italiano nacido en Nápoles hacía 1560 y fallecido en Gesualdo, según se dice, el 8 de septiembre de 1613. Es considerado como una de las figuras más significativas del Renacimiento italiano. Este músico, virtuoso del laúd, amigo del poeta lírico Torcuato Tasso[2], puso música a nueve madrigales del gran poeta. Después de haber ordenado en 1590 el asesinato de su mujer, María d’Ávalos y del amante de esta, el duque Carafa, contrajo matrimonio con Leonora d’Este, bisnieta de Lucrecia Borgia, en 1594. Se conservan aún, de su producción, seis libros de madrigales a cinco voces (1594-1611), madrigales a seis voces (1606) y las Sacrae Cantiones a cinco, seis y siete voces en 1603. Su refinado arte procura por todos los medios aumentar la intensidad del texto.

Fue el segundo hijo de Don Fabricio Gesualdo, nacido en el seno de una familia aristocrática, estrechamente relacionada con la Iglesia, fue sobrino del arzobispo de Nápoles, don Alfonso Gesualdo y de San Carlo Borromeo, y también fue sobrino nieto del Papa Pío IV. Cuando murió su hermano mayor, heredó los títulos y los derechos dinásticos de la familia.

Comenzó sus estudios musicales en la academia fundada por su padre y frecuentada por importantes músicos. Recibió a muy temprana edad clases de laúd y composición y probablemente su maestro fue P. Nenna.

En 1586 se casó con su hermosa prima María d’Avalos, hija del duque de Pescara, pero esta fue sorprendida cometiendo adulterio con el duque Carafa y Carlo Gesualdo la asesinó junto a su amante en octubre de 1590. El ensañamiento y salvajismo con el que cometió el crimen convulsionó a la sociedad de la época. Este acto hizo que se retirara a su castillo en la ciudad de Gesualdo, para escapar de las iras de las familias de los asesinados. En 1593, con la ayuda de su tío el arzobispo, contrajo matrimonio con Leonora d’Este, hija del duque de Ferrara, pero debido a las infidelidades del compositor, el matrimonio fracasó[3].

Tuvo dos hijos, uno por cada matrimonio, que murieron a muy temprana edad; la muerte del primero fue por sofocamiento y fue imputada al mismo Gesualdo y la muerte del segundo, en 1600, le afectó tan notablemente, que esto podría ser el punto de partida de la particular penitencia que se administró.

Consideró la muerte de sus hijos como castigo de la justicia divina y vivió atormentado hasta el día de su muerte. Para expiar sus culpas se sometió a prácticas masoquistas con escenas de flagelación con muchachos, para según él, expulsar a los demonios. Después de una de estas sesiones, se encontró a Carlo Gesualdo muerto y desnudo el 8 de septiembre de 1613.

Según algunas fuentes, su muerte fue voluntaria, pero otras indican que pudiera ser asesinado por alguno de los jóvenes con los que se flagelaba[4].

Según el autor de esta biografía, y de acuerdo con la información facilitada por el archivo heredado de uno de sus descendientes, don Giuseppe Bonanno, príncipe de Linguaglossa, don Carlo Gesualdo murió solo, de inanición voluntaria, en el cuarto del címbalo de su fortaleza de Gesualdo, donde se hizo segregar al poco tiempo de enterarse de la muerte de su hijo primogénito Emanuele. En cuanto a las prácticas masoquistas con escenas de flagelación con muchachos, está probado por dichos archivos que nunca existieron.

Sus biografías abundan en títulos como músico y asesino, príncipe del sufrimiento o asesino a cinco voces. Su música, o por lo menos los dos últimos de sus seis libros de madrigales y sus finales Responsoria et alia ad Officium Hebdomadæ Sancta spectantia, publicados por su impresor particular en 1611, fue olvidada durante tres siglos y resurgió, impregnada de un aura premonitoria, leída desde la crisis del relato tonal-funcional. Para la mirada del presente, las alteraciones cromáticas, las disonancias y los extremos contrastes expresivos de Carlo Gesualdo suenan a visionarios. Tal vez por eso crece la leyenda.


Orígenes de la familia

Hay una leyenda romántica y heroica que da comienzo al linaje de los príncipes de Venosa. Después de la expansión de los longobardos hacia la Italia meridional, el emperador bizantino intentó reconquistar a Benevento y sitió la ciudad. Corría el año 663 de nuestra era. Superado por el gran número de las tropas enemigas, el joven Romualdo, duque de Benevento e hijo del rey longobardo Grimoaldo, se retiró dentro de las murallas de la fortaleza, bien defendido en tres lados por la confluencia de dos ríos y por el cuarto por los muros de la misma. No obstante, Benevento tenía una autonomía limitada, porque no podía recibir provisiones alimentarías desde el exterior y no habría podido resistir mucho tiempo. El duque entonces encargó a Gensualdo, su preceptor y amigo desde la infancia, una misión desesperada, la de correr a Pavía, capital de los longobardos, para pedir socorro inmediato al rey Grimoaldo.

Gensualdo consiguió de forma increíble atravesar la líneas enemigas, alcanzó Pavía al galope, informó al rey de la situación y, más de prisa que pudo, intentó regresar a Benevento para decirle a Romoaldo que no se rindiera, porque estaba llegando un poderoso ejército para socorrerle.

Desgraciadamente no consiguió atravesar por segunda vez las líneas enemigas. Fue capturado por los bizantinos y, bajo tortura, fue obligado a confesar el fin de su misión. Entonces al enemigo se le ocurrió un engaño diabólico. Gensualdo salvaría su vida y obtendría una generosa compensación de dinero si hubiese comunicado a los sitiados que su misión había fracasado desgraciadamente y que llegados a este punto, la única solución sería la rendición de la ciudad. Gensualdo fingió aceptar la propuesta. Montado a caballo y conducido bajo los muros de la ciudadela de Benevento, con un gesto de desesperado heroísmo gritó a su señor de no rendirse porque el ejército del rey su padre estaba ya a la espalda del enemigo, listo para atravesar el río Sangro y por lo tanto a pocos días de marcha. Al oír estas palabras, los bizantinos agarraron a Gensualdo, le decapitaron y lanzaron su cabeza al interior de la muralla de Benevento. El duque, llorando, quiso volver a ver y besar la cara del heroico amigo y luego quiso darle una digna sepultura.[5]

Con la llegada del ejército longobardo a Benevento marcó el ocaso del sueño de los emperadores bizantinos de reconquistar Italia, mientras en su lugar, nacía la fortuna de la familia de Gensualdo. En efecto, el rey de los longobardos asignó a sus huérfanos una rica baronía que incluía los pueblos de Gesualdo, Frigento y Mirabella.

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[1] Imagen 95. Un famoso retrato de Carlo Gesualdo.
[2] Torquato Tasso nació en Sorrento, cerca de Nápoles, el 11 de marzo de 1544 y murió en Roma, el 25 de abril de 1595. Fue un poeta italiano de la época de la Contrarreforma. Es conocido sobre todo por su extenso poema épico “Jerusalén liberada”, ambientado en el asedio de Jerusalén durante la Primera Cruzada, así como por la locura que le aquejó en sus últimos años.
[3] El autor de la biografía está en contra de esta opinión, como se puede leer después.
[4] El autor de la biografía está en contra de esta opinión, como se puede leer después.
[5] Imagen 96. Las armas del linaje Gesualdo.